domingo, 14 de diciembre de 2008

La historia de David

Este fin de semana he estado con un amigo de confianza que hasta el último año tenía sobrepeso, e increíblemente de un año para otro ha perdido algo más de 20kg. Le he preguntado si quería hablar conmigo del tema desde un punto de vista algo más profundo, y ha accedido sin problemas.
David mide un metro setenta y dos, y hasta hace poco pesaba alrededor de los 90kg. Y no es achacable a un cuerpo musculoso y fornido, precisamente.
Cuando David tenía 8 años, era un chico muy activo y enérgico. Le gustaba jugar al fútbol, al baloncesto y al tenis en el colegio, y todas las tardes se bajaba con sus amigos a la plaza a divertirse, realizando actividades de todo tipo (chapas, cromos, tazos, zompo, unos rápidos o unos bancos cuando había pelota (son juegos derivados del fútbol), o simplemente charlaba con sus amigos. En realidad, David no destacada en nada en especial (ni para bien ni para mal), era un chico normal que jugaba con sus amigos e iba aprobando de forma tranquila sus exámenes (alrededor de 6-7 era su media, lo que le permitía conseguir todo PA sin problemas).
Pero llegó el instituto y David se rompió jugando al fútbol en la plaza el ligamento cruzado anterior de su pierna izquierda. Fue un trauma para él. Nunca se había roto un hueso, pero la rodilla le dolía mucho, y tuvo que llevar muletas por un tiempo.
Cuando se recuperó (que no del todo bien, pues no se tomó en serio el periodo de reposo), David no quería saber nada del fútbol ni del deporte. Decía cosas como “pero si correr cansa”, o “para qué sudar, con lo bien que se está en el banco”.
También es cierto que lo pilló justo con la edad de rebeldía y cuando los jóvenes empiezan a salir y descubren las cervezas y las discotecas. Catorce-quince años, y David sigue una vida más o menos normal (quedar con la novia, estudiar algo (más bien poco), quedar con los amigos para tomar algo, salir por la noche, y mucha, mucha videoconsola y ordenador). Además, de siempre a David le ha gustado mucho comer, y con esta edad se gana entre sus amigos el apodo de “Comilón”, y a David le gusta. Él mismo potencia esta etiqueta continuamente y le encanta dar de que hablar a los que le rodean sobre esto, comprándose helados de 0,5kg cuando salía a dar una vuelta o contando orgulloso cuanto había comido en el buffet libre.
Y claro, David engorda. Y está muy orgulloso de su barriga, incluso le pone un nombre. Hace ya que dejó el deporte. Hace ya que lleva una alimentación bastante discutible. Pero él está feliz así y no tiene intención de cambiar nada. No tiene ningún problema de aceptación social (en su pandilla él es uno de los cabecillas-graciosos) y su cuerpo no le limita en ninguna de las acciones cotidianas en las que él está interesado. Todo marcha bien.
Hasta que llega el día que su relación amorosa se acaba. Son muchos años con la novia, y no se había planteado esta posibilidad, y la importancia que su cuerpo tenía (que seguro que para ella no existía tal importancia).
Pero David empieza a darse cuenta que en esta faceta los chicos compiten entre sí. Ahora ve la discoteca desde otro punto de vista, busca chicas y las mira con otros ojos. Y es ahora cuando se da cuenta que puede que las cosas cambiasen si se cuidase un poquito.
David me comenta que tampoco fue un cambio drástico. Admite que comía un poco mejor, pero no llegó al punto de “sólo ensaladas, manzanas y alimentos integrales”. Comía menos en cantidad y significativamente mejor (redujo su asistencia a esta famosa hamburguesería y al buffet asiático), pero sobretodo empezó otra vez a hacer deporte. Y tampoco de forma desmesurada, pero él notó un cambio a mejor en su estado de ánimo, se sentía más fuerte y con ganas de moverse a todas horas.
David tampoco sabe decirme mucho más. Afirma que esto fue básicamente lo que pasó. Ahora hace deporte a menudo, y digamos que mantiene unos hábitos de vida algo más controlados y, sin duda alguna, dice que se encuentra mucho mejor así.

¿Qué pensáis acerca de esta historia? ¿Creéis que es una situación habitual? ¿Qué es lo que cambia realmente en David?

1 comentario:

AngeLucas dijo...

En mi opinión, David pasa una situación bastante corriente. Durante nuestra adolescencia (y a decir verdad durante gran parte de nuestra vida hasta que uno se casa), los chicos tratan de ponerse guapos para las chicas, y las chicas tratan de ponerse guapas para gustar a los chicos. Es una realidad. Es, como decía Darwin, la ley del más fuerte (la ley del más guapo). En la discoteca, en el círculo de amigos, en las fiestas, etc., todo el mundo trata de intentar mostrar una buena apariencia para así gustar al sexo opuesto (o al mismo sexo).
Y eso, hoy en día, se asocia a cánones de belleza muy establecidos: delgadez (curvas) en la mujer y fortaleza (músculos) en el hombre. David llega a una edad donde sufre en sus propias carnes “la lucha por la supervivencia” como podríamos llamarla, y pese al dicho “el amor no se busca, te encuentra”, David como todos sus amigos quiere estar con chicas.
Eso, unido a una cabeza bastante bien amueblada (a pesar de su continua exaltación orgullosa de sus malos hábitos), y una gran constancia cuando se marca un objetivo, consigue que poco a poco vaya cambiando de hábitos. Seguro que al principio lo pasó mal, le fui increíblemente difícil resistirse a ciertos caprichos o salir a hacer deporte, pero estoy convencido (porque a mi manera también he tenido que cambiar ciertos hábitos cotidianos) de que una vez uno se acostumbra, empieza a disfrutar de los beneficios de ese cambio (siempre que sea a mejor).
Por último, ¿qué es lo que cambia realmente en David? Posiblemente sea su visión de su propio cuerpo (su identidad corporeizada). Antes no le daba importancia a su cuerpo aunque lo tenía como un rasgo definitorio (soy el gordito de la pandilla), pero de esa identidad sacaba un beneficio personal (llamo la atención, soy gracioso, la gente se lo pasa bien conmigo). Pero con el tiempo empieza a ver que esa identidad también conlleva otros efectos sobre los demás, y percibe que su cuerpo ya no sólo le permite ser el gracioso rellenito del grupo, sino que le limita para otras cosas. Se da cuenta de que también puede ser el mismo David gracioso, pero cambiando esa identidad (adaptándola a los cánones de hoy), y así conseguir otra serie de beneficios.
Cuesta, como todo cambio, pero estoy convencido de que David hoy se siente mejor que hace un año. Y por supuesto, no ha dejado de tener ese peculiar sentido del humor que siempre ha estado en él, y que obviamente no dependía de su cuerpo.
Ángel Lucas Cuevas.