martes, 16 de diciembre de 2008

Una historia o una pesadilla de vida...?

Como contar una historia que empezó desde que nació esta persona…Toda una vida llena de problemas y discusiones por un problema de fondo…la obesidad. Esta persona es una de mis mejores amigas…difícil eh…yo también lo pienso y por suerte o por desgracia lo he vivido de primera mano. Desde pequeña esta persona tenía una constitución grande, ya de pequeñita destacaba por su volumen. Pero por entonces estaba bien visto porque significaba que iba a crecer mucho… “o por lo menos todos así lo pensaban”. El resto de amigas íbamos observando los cambios que sufriríamos más tarde en nuestro cuerpo porque “X” ya los estaba sufriendo: los pechos le crecieron, se hizo muy alta (respecto al resto de niños y niñas) y muy ancha…Si si…habéis leído bien.. “ancha”…por aquel entonces la gente no la consideraba una niña gorda, sino más bien era que se estaba haciendo ancha ¿Pero estaban ciegos? ¡Todos sabíamos que tenía un problema de peso! Pero en el fondo todos esperaban que pegase un estirón y de esta forma disminuiría su “perímetro”. Jugaba siempre con los chicos porque consideraban que tenía la suficiente corpulencia como para jugar a fútbol…pero el resto del tiempo estaba siempre sentada en el sofá de su casa o en cualquier lugar donde íbamos en pandilla. Tenía una ley… la del “mínimo esfuerzo”. Al principio esto no le afectaba demasiado, pero poco a poco empezó a preocupar al resto de la pandilla el volumen que estaba alcanzando con la edad que teníamos. Sus mayores problemas empezaron cuando un buen día vio que atarse las zapatillas se convertía en todo un reto personal diario. Subir al primer piso de la escuela era como escalar el Himalaya, llegaba sudando y muy fatigada. Jugar a fútbol con los chicos…ya ni la miraban. Su momento más feliz, el momento en que más se le iluminaba la cara y todos sonreíamos al ver su sonrisa aparecer tan de tarde en tarde era….¡cuando íbamos al quiosco a comprar chucherías! ¡El propio estado de ansiedad que le suponía su propio problema hacía que comiese con una velocidad y unas ganas increíbles! Era todo un espectáculo observarla como se comía todo aquella cantidad de papas, gusanitos, donetes, palmeritas de chocolate, etc. Solo para la primera merienda…Porque a veces existía hasta una “segunda merienda”…vamos el resopón antes de ir a cenar.
Fuimos creciendo y sus costumbres ya nos eran habituales, pero teníamos miedo a hablar del tema con ella porque siempre reaccionaba de una forma agresiva. Un buen día me decidí a hablar con ella, le expliqué si se estaba dando cuenta de sus hábitos de comida…que no eran muy adecuados y menos ella con el problema que tenía…Ella me respondió que había intentado comer correctamente y hacer alguna dieta…pero como todos sus intentos por bajar de peso habían sido inútiles y no tenía ya esperanzas de bajar de peso ¡qué más dá Marta!¡si no como no adelgazo y si como estoy un poco más gorda de lo que estoy y al menos soy feliz! Ante esta respuesta en ese momento no supe muy bien qué contestar…su parte de razón tenía, pero había otros remedios pero ella se negó a seguir luchando por bajar su peso…En la actualidad sigue con excesivos quilos encima y a esto se le suman ahora problemas de rodillas (por tanta carga que soportan) problemas de espalda…He tenido muchísimas conversaciones con ella y le he intentado ayudar en la medida de lo posible…pero si ella misma se pone más barreras de las que ya tiene..es imposible seguir avanzando.
¿Cómo hubieseis reaccionado ante un amigo así, negándose a recibir vuestra ayuda miles de veces…y haciendo sentir impotente ante su problema? ¿Creéis que se podría evitar esta enfermedad si se trata desde la infancia?
Como persona os puedo asegurar que es increíble y que tiene un sentido del humor grandísimo, pero cuando le hablas de este tema sale de ella su otro yo y no parece la misma persona risueña y feliz que suele mostrar al resto de gente…

1 comentario:

AngeLucas dijo...

Bueno, está claro que es un tema peliagudo y complicado. En un primer lugar piensas, bueno, he intentado hablar con ella, no me ha hecho caso (e incluso ha reaccionado de malas maneras cuando lo único que quiero es ayudarle), y por lo tanto, es ya mayorcita, todos tenemos problemas, ella verá lo que hace…
Pero luego reflexionas en frío, recuerdas que es tu amiga, que realmente tiene un problema, y que no es nada fácil. Te intentas poner en su situación, y cuando ella lo ve todo perdido, ahí tienen que estar sus amigos para apoyarle y seguir dándole fuerzas, para hacerle ver que siempre se puede actuar. Costará más, los cambios serán más lentos, pero siempre se puede mejorar la calidad de vida, y más con esta chica como ejemplo, donde podemos leer que ya sufre bastantes limitaciones no ya para conseguir buen rendimiento deportivo, ¡sino para poder llevar a cabo simplemente su vida! Cuando atarse los zapatos, vestirse, andar, hacer la compra, etc. se convierte en una tortura, las cosas andan muy feas. Por eso hay que ayudarla, intervenir (primero psicológicamente, claro, para hacerle ver que sí que se pueden hacer cosas para mejorar su nivel de vida) y tratar de conseguir que poco a poco vaya disminuyendo de peso. Irá ganando en funcionalidad, en movilidad, en destreza, agilidad y autonomía. Todos sabemos que cuesta pero, ¿no vale la pena un esfuerzo por mejorar nuestra calidad de vida? No sabemos la edad de esta chica, pero suponiendo que tiene la edad de Marta, esta persona estará entorno a los 20, y es todavía lo suficientemente joven para poder actuar y trabajar con ella de forma eficaz. ¡Tiene todavía todo un mundo por delante! Con esfuerzo y superación, puede conseguir que su calidad de vida mejore para los más de 60 años que le quedan (¡como poco!).
Por eso, creo que hay que apoyarla. Aunque ella no quiera o nos haga creer que no necesita ayuda, debemos insistir (siempre con sentido común) y tratar de influir sobre ella para que mejore no sólo su calidad de vida, sino también su salud, y seguro que nos lo agradecerá en un futuro.

Ángel Lucas Cuevas